La Eucaristía
I. Las preguntas del musulmán
- Cómo rezáis? ¿Cómo realizáis vuestras oraciones cristianas (salât,namâz)? ¿Por qué rezáis con pan y vino (o bien, qué significan el disco blanco y el cáliz)? ¡Rezáis con vino! ¡Harâm! En su ley, Dios prohíbe beber vino.
- ¿Creéis realmente que Dios está presente en ese pan y vino? ¿El pan y el vino se transforman en Dios mismo? ¿Os coméis a Dios?
- ¿Qué hay en esa caja que está sobre el altar o detrás? ¿Por qué dejáis una lámpara encendida junto al altar? ¿Qué diferencia hay entre celebrar la eucaristía en una gran iglesia el domingo y su celebración en una pequeña iglesia o capilla cada día de la semana?
II. La perspectiva musulmana
En general
1. Para realizar la oración ritual (salat) se requiere adoptar una serie de posturas físicas y recitar las oraciones prescritas en el ritual. Esta oración se diferencia de las peticiones espontáneas (dua), pues éstas carecen de un texto fijo o de un ritual específico.
2. La importancia dada a la trascendencia de Dios conduce a un firme rechazo de cualquier idea sobre la inhabitación de Dios (hulûl(46)) en lo creado, especialmente en objetos inanimados como el pan y el vino. El uso del vino constituye un escándalo por sí mismo, pues está prohibido totalmente en el islam desde la época del Corán.
3. Existe una forma errónea y totalmente equivocada de pensar y expresar el sentido de la eucaristía, desarrollada y extendida por una tradición cristiana particular, que justifica su rechazo por los musulmanes. Nos referimos a errónea doctrina de la empanación (Dios se hace pan), que sostiene que este pan es Jesús (o Dios). Este error se ve intensificado por una equivocada comprensión de la doctrina de la transustanciación. En general, aún hoy día, se entiende que la sustancia se refiere a un objeto, experimentado en su aspecto concreto y material. En esta perspectiva, carece de todo sentido afirmar que la sustancia del pan se transforma en el cuerpo de Cristo, pues la materia física del pan queda intacta en la eucaristía. Con estos supuestos, es lógico que se rechace la doctrina católica de la transustanciación. Ahora bien, para comprender correctamente esta doctrina, debe entenderse que aquí sustancia significa la realidad metafísica del pan. Toda realidad que puede ser experimentada físicamente entra dentro de la categoría de accidente o especie; en cuanto accidente, el pan no cambia ni se transforma en la eucaristía. Tal es la idea que trata de mantener la doctrina de la transustanciación. Deben rechazarse, por tanto, las interpretaciones mágicas del sacramento, junto con la idea de que las palabras del sacerdote tienen el poder de cambiar automáticamente algo en otra cosa.
En particular
1. El Corán y la tradición musulmana describen a los cristianos como personas que oran, independientemente de cuáles sean sus errores doctrinales. Tal calificación se aplica especialmente al monacato (rahbâniyya), una palabra que se refiere a todos los hombres y mujeres que se dedican principalmente a la oración (cf. 5,82; 24,36-37.57).
«Verás que los más hostiles a los creyentes son los judíos y los paganos y que los más amigos de los creyentes son los que dicen Somos cristianos. Es que hay entre ellos sacerdotes y monjes y no son altivos» (5,82).
2. En tiempos del Corán y de los primeros siglos del islam, las ermitas y los monasterios cristianos formaban parte constitutiva del paisaje tradicional en muchas zonas del mundo musulmán. Incluso en algunas sociedades islámicas se protegía legalmente a las iglesias, el clero y el culto cristiano..
3. En la sura al-mâida, el Corán alude claramente a la eucaristía:
«Cuando dijeron los apóstoles: ¡Jesús, hijo de María! ¿Puede tu Señor hacer que nos baje del cielo una mesa servida?, dijo: ¡Temed a Dios, si sois creyentes!. Dijeron: Queremos comer de ella. Así, nuestros corazones se tranquilizarán, sabremos que nos has hablado verdad y podremos ser testigos de ella. Dijo Jesús, hijo de María: ¡Dios y Señor nuestro! Haz que nos baje del cielo una mesa servida, que sea para nosotros, el primero como el último, una fiesta y un signo venido de ti. ¡Provéenos del sustento necesario, Tú, que eres el mejor de los proveedores!. Dijo Dios: Sí, voy a hacer que os baje. Pero, si uno de vosotros, después de eso, no cree, le castigaré como no he castigado a nadie en el mundo» (5,112-115).
Si bien algunos comentaristas del Corán ven en este pasaje una alusión a la multiplicación de los panes (Mc 6,30-44 y par.) y/o a la visión de Pedro en Joppe, cuando ve bajar hasta la tierra un mantel de lino lleno de animales ritualmente impuros y se le ordena comer (Hch 10,9ss.), todos reconocen que en este texto se alude principalmente a la eucaristía. Los apóstoles piden a Jesús que baje del cielo una mâida, una mesa preparada para un banquete, para convencerse de que es un enviado de Dios. Jesús, a continuación, hace la petición a Dios, y Dios promete cumplir lo pedido. El pasaje dice que la mâida es un don del cielo (v. 112) y que será una fiesta (el término árabe id expresa una fiesta habitual que posiblemente alude a la Pascua o a cada domingo) que se celebra para el final de los tiempos (el primero como el último); traerá una profunda paz (tumanîna v. 113) a los corazones de aquellos que participan en ella; ellos deben testigos de ella (v.113), mientras que quienes no crean tras haber recibido esta mâida, serán castigados severamente (cf. 1 Cor 11,27-32).
III. La perspectiva cristiana
Desde los primeros tiempos, la eucaristía ha sido el centro del culto cristiano. En ella se celebra el memorial de la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Los cristianos creen que Jesús vive resucitado de entre los muertos por Dios y que, por tanto, está siempre presente en la Iglesia: «Recordad que estoy siempre con vosotros hasta el final del mundo» (Mt 28,20). En las celebraciones eucarísticas, los cristianos se reúnen y saben que Jesús está presente en medio de ellos – según el dicho de Jesús: «Pues donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy con ellos» (Mt 18,20). La comunidad ora y escucha la palabra de Dios, tal como se comunica en la Escritura; también en ella está presente Cristo, la Palabra de Dios.
A continuación, la comunidad realiza lo que el Nuevo Testamento nos dice que hizo Jesús en su última cena, la tarde previa a su pasión: sobre el pan y la copa de vino pronunció las oraciones de acción de gracias y de bendición, y, a continuación, en el pan partido y el vino vertido se dio a sí mismo a los discípulos. En los dones bendecidos del pan y del vino, Jesús comparte su interioridad más profunda como aquel que se entrega para que los seres humanos puedan ser redimidos y liberados del pecado y de la culpa. Dondequiera que la comunidad cristiana se reúna para celebrar la eucaristía (acción de gracias), celebra la memoria de esta autodonación o sacrificio, confiando con fe que Jesús está presente y que cuando se dicen las oraciones de acción de gracias y bendición sobre el pan y el vino, él se da a los creyentes que reciben el santo sacramento. Jesús introduce a quienes celebran este memorial y lo reciben en los dones en su propia relación de confianza con Dios, su Padre, y en su propia autodonación para la humanidad. Así, quienes celebran la eucaristía se ven transformados e integrados en el cuerpo de Cristo.
En todo este proceso ritual, el pan y el vino se mantienen inalterados en su realidad concreta, física y material; la forma (o especie, por utilizar el término técnico en latín) del pan y del vino se conserva totalmente. Pero el pan y el vino se sitúan en un nuevo contexto, donde adquieren un nuevo significado y una nueva realidad: en ellos se da el mismo Jesucristo que vive en el seno de Dios. El pan y el vino adquieren así un sentido totalmente nuevo, dado por el mismo Jesús y fundamentado en Dios. Pero, puesto que toda realidad es en definitiva lo que es ante Dios, es necesario decir que el pan y el vino se transforman en la eucaristía en su realidad más profunda: mediante ellos se comunica la presencia de Jesucristo. Esta explicación también clarifica lo que la doctrina católica quiere decir cuando habla de la transustanciación o de la transformación de su esencia, es decir, que el pan y el vino se ven transformados en su realidad más profunda (en su sustancia metafísica o su esencia). Su realidad más profunda ya no consiste en suministrar alimentos y deleite para la vida terrenal de los seres humanos, sino en comunicar la presencia de Jesús como alimento para la vida eterna (cf. Jn 6). En su aspecto físico, el pan y el vino no dejan de ser lo que son; Jesús no se convierte en la realidad física del pan y del vino. Por tanto, no se mastica a Jesús cuando se come el pan; no se limita al pequeño espacio del pan; no sufre cuando se parte el pan. Estas ideas no sólo no expresan la doctrina de la Iglesia, sino que incluso la contradicen.
IV. Las respuestas del cristiano
1. Para dialogar con los musulmanes que están familiarizados con el Corán, es siempre bueno comenzar con el relato de la al-mâida(47). Ofrecida por Jesús, nos reunimos en esta mâida o mesa, que Jesús ha dejado como memorial del final de su vida terrenal. Los cristianos pueden así hablar del sufrimiento y la muerte de Jesús en la cruz, al tiempo que son conscientes de que el Corán – tal como es interpretado prácticamente por todos los musulmanes – niega explícitamente esta muerte.
2. Se usan el pan y el vino al celebrar la eucaristía porque el mismo Jesús los utilizó en la última cena para expresar la donación de sí mismo. En Israel, el pan y el vino constituían el alimento y la bebida básicos; la fracción del pan y la bendición de la copa de vino eran ritos importantes y significativos en los banquetes festivos. Lo que Jesús hizo en la última cena estaba en consonancia con las tradiciones de su pueblo. En fidelidad a sus orígenes históricos, la Iglesia ha usado el pan y el vino al celebrar la eucaristía. Se ha producido, no obstante, algunos pequeños cambios en el ritual y la práctica eucarística. Así, en lugar del pan que era partido y distribuido durante la fiesta, en su debido momento se utilizaron obleas (hostias) que podían fragmentarse en trozos más pequeños; sin embargo, apenas se parecían al pan. Actualmente se usan hostias que pueden verse más fácilmente como verdadero pan.
En Israel estaba permitido beber vino, considerado un don de Dios que produce alegría al corazón humano (Sal 104,15). En el banquete previo al final de los tiempos, preparado para todos los pueblos, se servirán los vinos más exquisitos y selectos (Is 25,6). En la eucaristía se anhela expectantemente el cumplimiento del final de los tiempos con el advenimiento del reino de Dios; en este contexto también se bebe el fruto de la vid (cf. Mt 14,25). Ahora bien, para obtener vino es necesario que las uvas se pisen en el lagar (cf. Is 16,10). En esta perspectiva, la copa de vino que bebemos en la eucaristía alude a la vida de Jesús entregada por los seres humanos. Esta donación de sí, y en ella el amor reconciliador de Dios, la efusión de la vida divina, se dan al creyente en la eucaristía (comunión). La eucaristía es, precisamente, este alimento espiritual.
3. La fe en la presencia de Jesús en la eucaristía está íntimamente vinculada con la encarnación de Dios en Jesucristo. En la humanidad de Jesús, y en su sacrificio por muchos, Dios se hace presente en el mundo y se revela sin reservas y definitivamente como amor que reconcilia. «Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo» (2 Cor 5,19). La vida de Jesús es una vida enraizada totalmente en Dios y mediante su muerte fue levantado hasta la vida de Dios (resurrección, glorificación). Al vivir en Dios, está presente en el mundo. Podemos, por tanto, encontrarlo, orarle y escucharlo en cualquier lugar. Sin embargo, son distintos los modos en que comunica su presencia (al igual que una persona puede comunicarse de diferentes modos: hablando, con gestos y acciones o incluso con un intenso silencio). La eucaristía es un modo especialmente relevante y privilegiado mediante el que Cristo se hace presente: se comunica en los dones visibles y concretos del pan y del vino para establecer una comunión profunda e interior con y entre los creyentes. Esta comunión es la fuente de la vida cristiana.
4. El pan y el vino sobre los que se pronuncia la acción de gracias y la bendición en la celebración eucarística, y en los que se cree que Cristo está presente, se distribuyen para su consumo en ese momento. Sin embargo, desde los primeros días de la Iglesia, se guardaba una porción del pan bendecido y consagrado para que quienes no podían asistir a la celebración – los ancianos, los enfermos, los discapacitados – pudieran también tomar parte en la eucaristía. Puesto que forma parte de la fe católica que Cristo está presente y sigue presente en el pan eucarístico, a éste se le trata con reverencia, incluso tras haber concluido la celebración. Se reserva en un lugar digno llamado tabernáculo o sagrario que se señala con una lámpara encendida, como, por ejemplo, una lamparilla de aceite o una vela. El respeto debido a la presencia de Cristo en el pan se muestra mediante gestos y signos específicos, como hacer una reverencia y arrodillarse. Sin embargo, esto no significa que se venere el pan consagrado, sino que de este modo se venera al mismo Cristo. Estas formas de veneración eucarística deben vincularse estrechamente con la celebración propia de la eucaristía, con sus oraciones de acción de gracias y bendición y la recepción de la comunión en la comunidad reunida.
5. La eucaristía y toda celebración litúrgica pueden realizarse en lugares de varios tipos y magnitudes, como iglesias, capillas, salones, etc. Los domingos, sin embargo, son llamados los cristianos, en cuanto les sea posible, a reunirse para la celebración de la eucaristía en la iglesia parroquial.
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- (46) En su uso cotidiano, el término árabe hulûl puede significar: bajar, parar, estar, encontrarse, adelantar, rebasar, llegada. En la mística musulmana indica la inhabitación de la luz en el alma. También lo usan los árabes cristianos para traducir encarnación, el humanamiento de Dios en Cristo, aunque el texto árabe del credo cristiano usa el término tajassud, que literalmente significa tomar forma corporal, materializarse.
- (47) Sobre esto, véase lo dicho en la sección II de este capítulo.